miércoles, 22 de octubre de 2008

Nuestra meta: llegar al final de la competencia

Nuestra meta: llegar al final de la competencia

Lunes 20 de Oct de 2008

La distancia se hizo más larga que de costumbre. Al menos así le pareció al español Luis Arroyo mientras sus pasos golpeaban duro y con firmeza sobre la pista de tartán. Su corazón se agitaba con fuerza. Sentía cada latido golpeando las sienes. Estaba consciente de que se jugaba su futuro como deportista. En las tribunas, decenas de personas vitoreaban. No le importó el calor ni el sudor que corría por su rostro. Sólo tenía un propósito: ganar la carrera.--Felicitaciones, lo lograste de nuevo, campeón—le gritó con entusiasmo el entrenador, al final de la competencia. Se le acercó y le prodigó varias palmadas afectuosas.--Pensé que jamás iba a llegar...—musitó el joven atleta mientras se apuraba un trago de agua que le pareció como un torrente incontenible. Había terminado exitosamente la competencia en los Mundiales de Atletismo celebrados en Francia.Mientras caminaba hacia la tribuna, recordaría los meses que pasó esforzándose por largas jornadas con el propósito de dar lo mejor de sí en la convocatoria. A pesar de ser invidente, desde pibe se había fijado la meta de ser el mejor, y fruto de su dedicación y perseverancia, lo estaba logrando. Vendrían nuevos retos, nuevos triunfos, nuevos escalones...Vivir es un auténtico retoVivir no es fácil. Constituye un reto. Siempre enfrentaremos obstáculos. Forman parte de la existencia misma. Y sólo encuentran reposo, tranquilidad y realización, quienes aprenden a sobreponerse a los tropiezos. Nada ni nadie nos pueden llevar a renunciar a las metas, sueños y esperanzas, y menos a nuestra disposición de cambio. La decisión es personal. Y sólo quienes perseveran llegan a la meta.La historia del atleta invidente Luis Arroyo nos lleva a reflexionar en nuestra condición de hombres y mujeres llamados a vencer. Debemos seguir adelante, sin desistir. Cuando sientas que estás por renunciar, pedi las fuerzas que otorga nuestro amado Dios. El apóstol Pablo escribió: “...saca fuerzas del generoso amor que Dios nos da por medio de Cristo Jesús” y añade a continuación: “Cuando un atleta participa en una competencia, no puede ganar a menos que obedezca todas las reglas” (2 Timoteo 2:1, 5. Nuevo Testamento versión La Palabra de Dios para todos)...Adelante. Los vencedores no se rinden. Es cierto que tropiezan y pueden sentir desánimo, pero se levantan y reemprenden el camino. Y en su condición de cristiano, la recomendación es la misma. Si falló en algo, no se amilane, levántese y comience de nuevo. Una vida de testimonio, victoria espiritual y personal, se construye día a día, con la mirada puesta en Jesucristo, no en la aprobación o críticas de quienes nos rodean.

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domingo, 19 de octubre de 2008

Es hora de reconocer nuestros errores


Tardó veinte años en reconocer su error. Lo hizo el día que le notificaron sobre la retención de su hijo. Chocó una moto contra el amplio ventanal de una cafetería. Tres personas resultaron heridas. El muchacho quedó bastante golpeado. Iba embriagado. La noche apenas caía sobre la ciudad. En su aturdimiento, no sabía qué le había ocurrido.

Ese día, camino de la estación policial, recordó la crianza. Nada buena para el jovencito. Volviendo atrás, como en una película, reflexionó que pudo estar más cerca de los problemas del hijo. Pero se negó. No quería admitir la realidad de lo que le rodeaba. Tampoco el impacto que generaban los malos tratos a los que lo sometió.

Admitió su culpa. Pudo haber cambiado a tiempo. Pero no lo hizo. Hasta que vio la gravedad del asunto. Y aunque parecía tarde, le pidió perdón. Lo hizo en la propia delegación policial. Sin importar cuántos curiosos estuvieran alrededor, apreciando la escena. Las circunstancias ameritaban que emprendiera un nuevo camino. Nada perdería con intentarlo.

Reconocer que fallamos nos ayuda a crecer

Quien no admite sus errores, se estanca en el proceso de crecimiento espiritual y personal. Sólo quienes reconocen sus fallas, pueden emprender el camino de corregirlas y dirigirse a nuevos senderos de cambio.

Un análisis sencillo a este hecho ineludible, lo hizo el rey David. El escribió “¿Quién se da cuenta de sus propios errores? ¡Perdona, Señor, mis faltas ocultas! Quítale el orgullo a tu siervo; no permitas que el orgullo me domine. Así seré un hombre sin tacha; estaré libre de gran pecado.”(Salmo 19:12, 13. Versión Popular “Dios habla hoy”).

No es nada nuevo. Se trata de una realidad que ha acompañado al hombre a través de la historia. Personas, que pese a incurrir en actos, palabras y gestos que atentan contra los demás, nunca lo reconocen. Pero podemos cambiar. Si nos disponemos, el primer paso es reconocer que fallamos y aplicar los correctivos. El segundo, pedir a Dios la fuerza necesaria para avanzar hacia ese cambio. ¡Animo! vos podes...

By: obi-wan

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sábado, 11 de octubre de 2008

BACK!

Volvió el blog!

Desde abril que no pasaba nada, ufff!
Hay que sacarle el polvo a esto...